La sinopsis de Kumiko, the Treasure Hunter en la que una mujer japonesa encuentra una cinta de VHS de la película Fargo creyendo que es real y que hay un tesoro escondido allí constituía un estimulante punto de partida. Todo eso más la estética y la participación de Rinko Kikuchi, correcta pero desaprovechada, prometía.
La acción está divida en dos partes; una primera en Tokio, a gusto de cierta parte del público occidental por el exotismo y la capacidad de atención hacia lo proveniente de Japón, y una segunda ambientada en la Minnesota rural. El lastre más grande de la película es el avance de la trama a saltos; en su primera parte japonesa, inexplicablemente alargada desde un punto de vista narrativo, asistimos a idas y venidas del trabajo a casa de la protagonista intentando infructuosamente poner al espectador en situación de la depresión que vive ella por una vida lejos de lo ideal pero que en realidad solo sirven para demostrarnos, como confirmaremos más adelante que padece algún desorden mental. De allí saltamos a la segunda parte, primero en el aeropuerto y luego en su búsqueda obsesiva-compulsiva llegando a rechazar la ayuda de algunos personajes a quienes ve como seres que la alejan de su objetivo entre algunas situaciones rocambolescas e insertadas para aligerar el tono del drama y que en mi opinión no funcionan.
La "sorpresa para bien" de Americana para mi, precedida de malas críticas de gente con la que tengo gustos en común y parece que del público en general, fue Dear White People. Un desplazamiento de la problemática racial en Estados Unidos a una universidad elitista, con mayoría de estudiantes blancos pero con una representación heterogénea de afroamericanos. Sam White, una estudiante de gran popularidad con su programa de radio "Dear White People" gana las elecciones al hijo del decano y ex-novio suyo Troy. A partir de ese momento la tensión racial (e incluso dentro de la misma comunidad afroamericana) comienza a subir y las pasiones se desatan en diversos frentes hasta desembocar en la fiesta "afroamericana" que planean realizar un grupo de estudiantes blancos pintándose de negro, con caretas y burlas. A pesar de este argumento que invita a pensar en un drama tipo "Semillas de rencor" aquí el director se decanta por el humor y la sátira siguiendo, en cierta manera, el estilo del primer Spike Lee (antes de irse por otros derroteros) pero por otra parte alejándose también de él y consiguiendo cierta propia esencia no defensiva y con gotas de autocrítica. Una muy estimable película que parece no haber conseguido el reconocimiento adecuado y temo pasará bastante desapercibida.
Con Buzzard de nuevo, y salvando las distancias, nos encontramos con una película cortada por los patrones de Kumiko. Un personaje desquiciado (aquí más peligroso para los demás que para si mismo) y dos partes diferenciadas para establecer grandes contrastes. Un joven que trabaja en una entidad financiera de manera eventual y que se muestra como un "pasota" se dedica a pequeños trapicheos para sacarse un dinero extra. A raíz de quedarse con unos cheques de clientes comienza un descenso a la paranoia. Sin que venga muy bien a cuento y solo explicable por la locura del personaje, huye de su casa y se esconde en el sótano de la de un compañero de trabajo (interpretado por el propio director de la película, Joel Potrykus). Hasta ahí la película aguanta bastante bien, la química entre Burge y Potrykus es estupenda y la confrontación entre ese par de seres inmaduros provoca no pocas risas, pero de nuevo se produce la huida y a partir de ese momento la soledad se convierte en la aliada del protagonista no funcionando tan bien, convirtiéndose todo en una tan solo excusa para un final bastante previsible y aderezado con la grotesca escena de los spaghettis que a los pocos segundos pierde su fuerza.
El interés de Night Moves está en la sinopsis, que no logra trasladar completamente a imágenes. Dos jóvenes activistas ecológicos se encuentran con otro de ellos, ex-marine, y planean volar una presa. Una vez juntos comienzan los preparativos y acaban consumando su objetivo lo que llevará a que alguno de ellos se sienta culpable, otro acorralado y la situación, a su ritmo eso sí, se vaya tornando cada vez más tensa.Quizás lo que demandaba esta película era lo que intenta Reichardt, ritmo pausado, realista pero mis sensaciones viran hacia el aburrimiento en toda la parte final. A eso no ayudan las interpretaciones, sobre todo de Jesse Eisenberg al que encuentro un actor completamente frío e inexpresivo la mayoría de las veces (incluido aquí) que aquí ya en el epílogo del film acaba en la caricatura. La química entre los diferentes protagonistas no existe y la decepción, tras un inicio prometedor, acaba adueñándose de la pantalla en dura pugna con el tedio.
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