Tras la inauguración del día anterior llegaba por fin el festival en su máxima potencia. Nos quedaban por delante tres días repleto de cine, 16 propuestas inéditas de las que vimos 14 y reencuentro con amigos y conocidos. ¡Que más pedir!
Y ahora vamos con la primera de las tres crónicas
Que en 75 minutos una película te aburra no dice nada bueno de ella. Uncertain Terms se ha convertido por (de)méritos propios en la peor propuesta del festival y la única que he suspendido. Además de su pesado ritmo la historia de (bajas) pasiones entre el sobrino de la dueña de un refugio de jóvenes embarazadas, recién divorciado, y dos de esas chicas se convierte en un folletín televisivo lleno de imágenes que quieren aparentar ser trascendentales pero que no dejan de ser burdas maniobras destinadas a dar cierta ¿sensación de incomodidad? Si al final es más blanca que la navidad e inocua. Sin dar más detalles que puedan estropear el final de la cinta, la conclusión es impagable de lo grotesca y absurda.
Aquejado desde 2002 con un cáncer con el que convivió 11 años antes de fallecer el afamado e influyente crítico estadounidense Roger Ebert fue objeto de un documental rodado los últimos meses de su vida y dirigido por Steve James. Life Itself, llamada igual que las memorias de Ebert, es un legado de la obra de una persona que dedicó su vida al cine desde la barrera.
Ganador de un Pulitzer, Roger Ebert no es tratado como un hombre perfecto, de hecho durante la película somos testigos de muchos de sus defectos, sino como un hombre apasionado de su trabajo y de su vida, que encontró el amor de forma tardía pero que estuvo trabajando al pie del cañón hasta el final. Siempre bajo el hilo conductor de su enfermedad como narración central, sus diferentes segmentos nos muestran su inicio y evolución, su consagración, su rivalidad / amistad con Gene Siskel y los años posteriores a su boda y la muerte de Siskel. Si tuviera que decantarme por algo es en la parte en la que Ebert y Siskel comienzan su rivalidad siendo los dos críticos más influyentes de Chicago y, en general, de los Estados Unidos. Aquella fama les llevaría a compartir programas en un tandem que partía en muchos casos desde visiones opuestas y sus peleas verbales convertirse en míticas para aquella generación de estadounidenses. Pese a aquello su relación derivó a la amistad con un halo de amor-odio y provocaría una de las decisiones de Ebert para este documental: rodar sin cortapisas, contarlo todo. Un canto de amor al cine de un hombre que dejó un gran legado en su profesión y en sus seres queridos. ¡Pulgares arriba!
Ganador de un Pulitzer, Roger Ebert no es tratado como un hombre perfecto, de hecho durante la película somos testigos de muchos de sus defectos, sino como un hombre apasionado de su trabajo y de su vida, que encontró el amor de forma tardía pero que estuvo trabajando al pie del cañón hasta el final. Siempre bajo el hilo conductor de su enfermedad como narración central, sus diferentes segmentos nos muestran su inicio y evolución, su consagración, su rivalidad / amistad con Gene Siskel y los años posteriores a su boda y la muerte de Siskel. Si tuviera que decantarme por algo es en la parte en la que Ebert y Siskel comienzan su rivalidad siendo los dos críticos más influyentes de Chicago y, en general, de los Estados Unidos. Aquella fama les llevaría a compartir programas en un tandem que partía en muchos casos desde visiones opuestas y sus peleas verbales convertirse en míticas para aquella generación de estadounidenses. Pese a aquello su relación derivó a la amistad con un halo de amor-odio y provocaría una de las decisiones de Ebert para este documental: rodar sin cortapisas, contarlo todo. Un canto de amor al cine de un hombre que dejó un gran legado en su profesión y en sus seres queridos. ¡Pulgares arriba!
Uno tiene muchas veces ciertas fallas o carencias en el cine a pesar de verse puñados de películas. Y como no hay tiempo de verlo todo se escoge lo que más apetezca o se pueda ver en ese momento. Una de las tareas de los festivales, y en eso este Americana lo hace muy bien, es dar a conocer gente nueva o permitir rescatar algún trabajo de veteranos como en el caso de Bill Plymtpon, toda una institución a estas alturas y del que yo reconozco no haber visto nada hasta el momento (rozando el absurdo ya que tengo un autógrafo suyo conseguido en Sitges hace casi una década). Gracias al festival me he quitado esa espina con una obra excesiva, lisérgica y libre que lástima de hacerse un poco repetitiva no alcanza la excelencia. De todas maneras este amour fou llevado al límite es una de las mejores de la presente edición. Por si fuera poco Cheatin' consigue unos detalles geniales con ese toque de ciencia ficción y el final en el escenario que cierra el círculo. Y todo ello sin diálogos, solo con la fuerza de su imagen y sus potentes dibujos, desprovistos de toda proporción pero que no podían ser de otra forma. Una primera y estupenda toma de contacto con el director estadounidense que, probablemente, no dejará indiferente a la mayoría de público.
Uno de los defectos que le he encontrado a varias de las películas del festival es la excesiva duración de algunas de ellas para lo que cuentan y la forma en la que lo cuentan. Este "defecto" no es achacable al cine indie estadounidense tan solo sino a la mayoría de películas actuales, carentes en muchos de los casos de algo tan primordial como el ritmo. Desde luego que hay películas de diferente tempo pero cuando la sensación residual es la repetición, le entra a uno la sensación de una tendencia preocupante, más metraje = mayor calidad. Listen Up Philip adolece de esto aunque me haya parecido una buena película que se hubiera convertido en una grande eliminando cierta paja que puede llegar a mucha gente a catalogarla como pedante (cosa que no está alejada de la realidad pero de ciertos directores gusta) y aburrida.
Un joven escritor egoísta y egocéntrico conoce a otro escritor mayor e igual de egoísta y egocéntrico que se convierte en su mentor en cierto modo. Ambos personajes viven en un mundo que no les comprende o que ellos no comprenden. Aunque el personaje central sea el Philip, interpretado correctamente por Jason Schwartzman, en general acaba convirtiéndose en una película coral y dentro de un microcosmos que es representado por una ciudad asfixiante para la creatividad, una casa de campo estimulante y una universidad en la que quizás el maestro acaba aprendiendo, todo ello entre copas de buen vino y conversaciones más o menos profundas (o que lo pretenden). Cuanta más libertad manifiestan sus personajes el film funciona mejor pero cuando se ven constreñidos a ser de guión a gusto de los críticos más previsibles pierde fuelle. Me quedo en definitiva con su alma, más clásica, esa voz en off que interviene en momentos clave y la melancolía de algunos pasajes.
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