Continuamos con la segunda parte de las crónicas del cincuenta aniversario de Sitges. En esta ocasión reseñaremos las películas americanas vistas, tanto del norte como del sur del continente.
Empezamos con Annabelle Creation, secuela del spin-off de Expediente Warren. La nueva aventura de la muñeca Annabelle consigue algo que no consiguió su horrorosa precedente, y es ser entretenida. El problema es prácticamente el de siempre, una pelíucla de sustos simples, con unas cuantas escenas que tratan de ser impactantes y unos intérpretes que intentan salir dela tolladero lo más dignamente posible. Sin ningún género de duda se deberían haber quedado en la saga principal y no empezar a hacer películas que no aportan nada. El año que viene, en teoría, tendremos otro spin-off, La monja. Que Dios nos pille confesados.
The Bad Batch fue una de las producciones Netflix que se pudieron ver en el festival, y como la gran mayoría del sello del gigante del streaming podría haberse quedado en su plataforma. Diriga por Ana Lily Amirpour, que ya pasó por Sitges con la correcta aunque pretenciosa A Girl Walk Alone at Night, la distopía que tiene en el reparto a Jason Momoa, Jim Carrey o Keanu Reeves se convierte en un pesado aburrimiento con un par de horas de metraje que se hacen muy cuesta arriba.
Por suerte la siguiente fue una de las mejores películas del festival, Wind River, dirigida por Taylor Sheridan, guionista de las sublimes Sicario y Comanchería, y con unos Jeremy Renner y Elizabeth Olsen en estado de gracia. Con una trama de desapariciones en la nieve, racismo implicito y celos y rencores, la tensión mueve la película hasta culminar, al estilo de los westerns, en un baño de sangre que te deja pegado a la butaca. Una película enorme que merece ser reivindicada y que esperemos obtenga buen estreno en nuestro país ya que así lo merece.
Con Bushwick volvemos a la mediocridad. Rodada en un plano secuencia, la película nos muestra un presente alternativo en el que Estados Unidos es atacado lo que provoca que una joven con la ayuda de un personaje interpretado por el popular Dave Bautista, tenga que huir por la ciudad hasta intentar llegar a una zona segura. Con mimbres para poder ofrecer una serie B correcta la película se empieza a perder a poco de llegar a la mitad de la cinta y se convierte en un videojuego repetitivo que no aporta absolutamente nada nuevo.
Akiva Goldsman es un guionista que nos ofrece una de cal y una de arena. En este caso con Stephanie que curiosamente no guioniza sino que dirige, se queda en tierra de nadie. Lo que intenta ser una producción rompedora en un aspecto más contextual que formal no consigue su objetivo y, pese a ser una producción Blumhouse, cosa que da cierta garantia (aunque tampoco es una ciencia cierta) al final se ve y se olvida. Lo peor que le puede pasar a una película de estas características.
La última producción estadounidense que pudimos ver con cierto criterio (en otras estábamos muy cansados) fue The Disaster Artist, parte de la maratón sorpresa del Auditorio y de la que sinceramente no tenía mucha idea. De hecho no conocía la historia de The Room, más que por algún comentario leído u oido por ahí. James Franco en su doble faceta de director y actor consigue algo extraordinario, y es que la disfruten por igual los "fans" de The Room (quizá en cierta medida un poco más que el resto) como los que no teníamos ni idea de su existencia. Su interpretación eclipsa al resto, y eso que su propio hermano Dave está muy pero que muy bien. Una película para repetir cuando se estrene en España.
De México pude ver en la retrospectiva vampírica el clásico de Fernando Méndez El vampiro, una deliciosa joya de terror gótico que encaja como un guante. Una joven llega para visitar a su tía enferma pero se entera de que ha muerto. Junto a unos familiares y un hombre con el que compartió viaje en el tren se verá rodeada por unos siniestros vampiro a los que tendrá que derrotar mientras descubre que hacen allí. Las interpretaciones de los protagonistas son estupendas destacando sobre todo el actor de origen español Germán Robles que repetiría el mismo personaje en la continuación El Ataud del vampiro.
En Poesía sin fin seguimos viendo la buografía audiovisual de Alejandro Jodorowsky, que la comienza justo donde acababa la anterior La danza de la realidad. Para lo bueno y para lo malo se trata de una película del polifacético artista chileno no apto para todos los públicos. Por fortuna es algo mejor, que tampoco mucho, que la anterior y se deja ver, pero me temo que no encajo muy bien con su manera de narrar. En el apartado técnico y fotografía si se merece un diez ya que todo encaja a la perfección.
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